En lugar de hablarlo,como niños de cuarenta y tantos se callaban enfurruñados cualquier cosa que les sentase mal. Él lejos,cada vez más lejos,ella cerca,cada vez más cerca de otro lugar donde no estuviese él.
Antes vivían de novios en el trópico,ella Capricornio y el Cáncer, cálidos uno con el otro,fue casarse y se distanciaron.Ahora tan áridos,tan de desierto de besos,de caricias,de palabras amables...que ni notan si están viviendo o sobreviviendo juntos.
Quedarse helado es más fácil que entrar en calor,solo basta un gesto inapropiado,un des-hecho lamentable para ya no sentirse el mismo.A estos niños de cuarenta y tantos les sucedió eso.
Fue una noche que él llegó más temprano de lo habitual,ella no lo esperaba y le pareció raro que viniera tan pronto.Él de repente con muchas ganas de ella,con mucho amor lo cual aún le sorprendió más.
Él olía diferente,a joven compañera que se dejó llevar demasiado por un calentón de su compañero casado y hastiado.Mientras él la besaba y la abrazaba con tanta ansia,su mujer pensaba(con la mosca detrás de la oreja y con mucho humor negro): ni unas flores me ha traído.Le preguntó por su corbata,dónde estaba su corbata.
Él ni se había dado cuenta que no la llevaba puesta y le dijo:-" me la habré dejado en la oficina". Ella fruncida entera,no sólo el ceño le dijo:-"cómo alguien puede dejarse olvidada una corbata en el trabajo,a no ser que te la quites o te la quiten".Se detuvo el tiempo,todo su tiempo juntos,ella se apartó de él y le dijo:-"pregúntale a tu compañera,seguro qué sabe dónde te la dejaste".
Él se sintió como si le hubiese hecho un tac por dentro al visualizar su infidelidad,su sentimiento ahora de culpa,el mal que le había hecho.Ella no dijo nada más ni un grito,ni una palabra ni se fue.El
marido también se quedó en ningún lado y no se volvió a acercar de ese modo a su compañera,tampoco a su mujer ni a si mismo.
Pero en realidad sin hablarse se congelaron para siempre,su relación inexistente y su enfado helador les hizo escaparse el uno del otro sin más,dejando que pasase el tiempo y que éste lo arreglase todo...como niños de cuarenta y tantos,dejando a un tercero más maduro que les sacase las castañas del fuego.
Él,acongojado,en cierto modo le pidió perdón,ella nunca le dio el beneficio de la duda,de explicarse,de sentarse a hablarlo.Como si no hubiese ocurrido nada,esa noche y todas las noches siguieron juntos pero sin estarlo,con mucho frío entre ellos y silencio,todo el silencio que ya no dolía ,si es que alguna vez les dolió,incluso a ella.
Tal vez el hecho de saber pese al frío que él no se había ido a ningún lado...todavía y que la eligió al final a ella,le bastó.
Hay niños de cuarenta y tantos que prefieren seguir así:sin crecer nunca y sintiéndose más solos,con el des-consuelo y al amparo de alguien a quien una vez quisieron tanto,pese a ser un fraude,una pareja de mentira por saber lo que la verdad esconde en su corazón gripado.
Soy un comentario, rodeado de ratas. Ratas por todas partes.
ResponderEliminarEstoy en Iam. Las nubes están preñadas de lluvia, aunque todavía no han roto aguas. Esas nubes panzudas, con el color gris de fragata a punto de ser color gris cenizo, cargadas de otoño. Y ojalá lloviese de una vez, lloviese con fuerza y un mar de tormenta se llevase todas las ratas ponzoñosas, venenosas, tóxicas. No necesito un flautista de Hamelin. Necesito un trompetista gigante. O la lluvia que las haga naufragar o el trompetista para que se las lleve al infierno. Menos mal que hay rincones con el lecho de palabras, de sentimientos pintados con letras. Menos mal que hay lugares como este blog para leer y perderse, perderse para encontrarse. Encontrarse siempre con personas normales. No quiero superhéroes. Solo personas normales, que casi no quedan. Personas que escriban relatos como los de este blogenial.
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