jueves, 13 de noviembre de 2025

Quedarse con el alma boquiabierta

Me quedé con nadie, con sus mañanas remolonas de domingo, de sábanas de marmota, con sus tardes que llegan tan tarde, impuntuales de viento y de lluvia, con sus noches de pijama sin fiesta, de canciones que hablan de amores imperfectos, de despedidas que comienzan.

Me quedé perpleja al sentir tanto vacío en la nevera de mi ansiedad ya bastante vieja, tan manida, desgastada por dentro y por fuera. Tantos años en esa desespera que es la duda pero que te mire de frente la certeza.

Me quedé lejos...apartada de esas bonitas ferias en las que pasean los mayores mientras sus nietos corretean, en las que se toma algodón de azúcar y tus recuerdos de infancia de confeti se llenan con tus padres y hermanos bien cerca...como esa mañana de Reyes con el vinilo de Pippi Calzaslargas en tus manos pequeñas.

La memoria me da largas si quiero recordar tantas huellas, con las de mis padres nada tiene que hacer todavía, las oigo decirme que sueñe bonito y que no tenga miedo a las tormentas.

Me quedé y aún no sé cómo hacer con este tiempo entre roturas que en mis manos tiembla; al ser soñambulista, complicado es mantener en lo alto la línea recta, acordarse de echar azúcar en la rutina como si fuese una receta y en los pasos del camino, evitar que me tropiece el coraje si es que algo aún me queda.

Silenció la puerta al cerrarse todo lo que a ruido suena, se abrieron las ventanas de par en par como si fuesen los ojos de unas lechuzas en la oscuridad espesa. 

El graznido de la noche se apagó e intentó ladrar un joven y confundido gato, sí un gato, aún no sabía bien quién era. Los pájaros dormían su vuelo y yo me quedé...sin mis alas despierta. 

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