miércoles, 3 de diciembre de 2025

El apagado navideño

En el portal de un edificio están dos vecinos enzarzados en quién es más Grinch o señor Scrooge, solo se hablan por estas fechas y sin darse cuenta arman un belén que ni les importa ni a ningún inquilino interesa.

Mientras en una urbanización un solo de tristeza en lonchas gruesas, unas cincuenta y tres, suena en voz baja y en alta sueña con el paté de ternura que conlleva la nostalgia de tiempos pequeños y entrañables que borbotean al recordar a una niña que pertenecía a una gran familia numerosa y con ese característico olor de madera noble de aquel hogar en una incomparable esquina del Atlántico ahora perdido hasta su salitre.

Una chica no tan joven siente la ausencia como un zarpazo en la distancia, las luces afónicas de las que ya no pueden alumbrar aunque quieran, los abrazos que se quedaron en la sala de espera para ser llamados para la peor de las noticias, las caricias mudas de esos besos que no llegaron a rimar nunca más con nadie; ella se ha convertido en ese verso suelto que mira a un norte quizás demasiado asonante.

Llueve sin tregua en el olvido que respira tres calles más abajo, dos perros empiezan a dar sus primeros ladridos. El empapado repartidor cansado de tantos paquetes que entregar, no entiende el porqué tanta gente enloquece con el Black Friday y su furgoneta se queda sin batería como el matrimonio que vive en la casa más artificialmente iluminada del vecindario, tal vez se hayan caído de lleno en una peliculera marmita de navidades americanas.

Y al final de un túnel, el atasco de luces en plenas compras y salida de sus trabajos es tan largo que el último de la fila, cree que ha sido un accidente y reza entre bocinas y su impropio ruido para que no haya sido nada grave y la madre piensa que llegará tarde a recoger a su hija en la facultad que parece un colegio empoderado venido a más por un plan de estudios que no comprende.

Mientras la noche ya ha caído a media tarde, en muchos lugares la ilumina la Navidad que parece que se mide en cuántas luces LED tiene el centro...de sus ombligos. Y por ello de pataleta se pone la mediocridad, una palabra peyorativa y tan fea como la indolencia. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario