domingo, 14 de septiembre de 2025

Domingo de ramas

Una epístola sale de su boca, deletrea cada palabra como si fuese poca cosa. Cerca un parroquiano se siente poco católico, hace ya años que le han defraudado con sus pecados.

Muy perdido está un ermitaño, respira extraña libertad y soledades ingratas por sus cuatro costados. Apenas lleva unos harapos, recoge migas de su vida y algunas sombras que había dado por perdidas.

Nadie le busca, tampoco al lobo que vive a su lado. No sabe porque aúllan en la montaña su pico y a la vez sus entrañas. Félix Rodríguez de la Fuente diría que son dos esteparios.

Algunos días a la semana son tan honestos como mundanos. Los domingos no solo están hechos para los cristianos, las tardes estrangulan a muchos por carecer de un horario que te persigue al día siguiente como conocido delincuente. Pero a la vuelta de la esquina de su noche, el lunes se le pone farruco y testarudo en sus comentarios. Y aunque haya partidarios de ser miércoles, la mayoría se sienten atrapados entre este y el jueves. Y el martes, el gran olvidado y el viernes deseado y el sábado supuestamente ufano, sin embargo cada cual va por su lado.

La vecina del cuarto piso tiene un montón de hermanos, se siente sola en su edificio, solo hay extraños. El del segundo piso deja su bolsa de basura en la puerta de al lado; los del octavo, un cura y una monja que ya colgaron los hábitos, están ahora felizmente casados. 

Y lentamente anochece el barrio, los bares apagan sus luces y el camión recoge la basura como quien lee ahora las noticias que huelen con tanto escándalo, el mismo que unos jóvenes hacen después de beberse la noche aún a sabiendas que mañana todo lo habrán olvidado.

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