Mis manos también se pusieron blancas y mis labios rojos,sentí mi corazón temblar bajo el viento de tus ojos y te conté lo flacos que estamos nosotros como un puñado de hambrientos al extrañarte tanto todos.
Me recordaste cuando niños jugábamos a saltar en los charcos cerca de nuestro mar que ahora se rompe vacío en cientos de abrazos que navegan perdidos como corren los náufragos.
Luego viste cómo me cercaron algunos miedos gruesos,me hablaron del frío tan despacio...y tu silencio igual que tú siempre rápido,me llevó hacia el coche nervioso y la lluvia de la mañana de húmedas espinas acalló mis palabras mojadas...sentí tan llenas mis lágrimas que me quería quedar allí contigo de la misma manera que nos abraza de espaldas la noche estrellada.
Entonces pensé en tu infinita ternura como el salitre del tiempo hace cosquillas a los pies desnudos de cualquier playa,desvestida en la madrugada tantas veces sola y se acerca a la orilla con su agua salada para calmarla,para curar esa arenosa herida que somos todos si nuestra huella sangra.
De vuelta tu silencio aún estaba conmigo pero silbaba...
De vuelta tu silencio aún estaba conmigo pero silbaba...
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