Desde mi ventana pude ver como se alejaba el sur de tu ojos,esa mirada cálida que siempre me reconfortaba nada más verme en ti.Recuerdo también tu boca de océano pacífico,tus palabras tranquilas y algo húmedas y de tu saber estar a modo salón de tu alma casera en la que siempre me he sentido en zapatillas y esa hoguera que sabíamos prender fácilmente y avivar el fuego de nuestro cariño infinito y de entendernos más allá de tu lógica y de mis latidos al galope.Y lejos,arriba en el trastero de mi desangelada melancolía bien guardados estaban el miedo,las pérdidas y los imposibles inevitables...
Pensé que nunca te irías de mi cuerpo de junco y de mi corazón de madera noble que ardía con la misma facilidad que un roído trapo en cuarentena cerca de los fogones de mi ánimo quebradizo.
He sido quizá demasiado tiempo el palo que aguantaba tu vela-da de noches de sueño cansado y de silencios que respirabas como entrecortados.Es difícil acertar siempre,el pánico sí sabe hacerlo,te da donde más te duele,en ese punto negro que escondes una vez que te tembló un poco de verano en tus manos llenas de arena de ese reloj del paso del tiempo entre roturas y eso que me considero una resistente tela "a-pana-da"o leal aprendiz de costurera.
Y ahora en este impreciso instante apenas me queda un poco de mí y todos los excesos de un nosotros demasiado largo como ese día que te noté lejos y cerca sólo tu dolor tan comedido y hermético tan dentro que ahora ya no sé sí desnudarme de tu día o vestirme de tu noche.Y en mi fondo de armario,aterida,queda esa herida de terciopelo azul que combinaba siempre con todo como mi sonrisa de perlas y el abrigo que siempre supuso para mí tu cuerpo,prendas básicas de las que es difícil deshacerse y muy fácil que terminen por deshacerme.
Se apaga, se extingue, se diluye, se evapora la ilusión q tenia en los bolsillos.
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