miércoles, 10 de diciembre de 2025

Esas pequeñas cosas que pasan

En un parque hay un atraco de bancos en ciernes, un flashmob de deshollinadores en un improvisado tejado y una discusión a las tres en punto en la que nadie será vencedor ni vencido, solo muy puntuales en su estupidez.

La soledad se viste de novia no muy lejos de allí. La desconocida del quinto...pino no la puede ayudar con el velo que siempre ha cubierto su mirada después de un despeinado espectacular de su peluquería de cabecera a la que nunca ha ido con asiduidad, no por pereza, su pecado es más de provincias y en la actualidad ya no hay diligencia, por mucho que su alma se sienta de otra época.

Hace frío dos calles hacia abajo, tanto que no recuerda el porqué de haberse presentado en pleno otoño, pero tenía ganas de conocerlo y ha sido amor a primera vista, no tiene ninguna intención de marcharse de su lado.

En una fuente de vida que respira piedra mientras sopla su aliento de agua a borbotones, una jovencísima pareja saca de su bolsillo una carcajada redonda de plata y al echarla dentro, pide un deseo con sus ojos en silencio muy alto como si fuese su primera plegaria, tan imberbe que parece jugar al escondite y al finalizar se dicen callados: por nosotros y por todos nuestros compañeros; aún desconocen que se están enamorando sin querer y que recordarán ese preciso instante cuando peine canas su nostalgia y suspire su madurez, antes que cierre para siempre su mirada la vejez.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

El apagado navideño

En el portal de un edificio están dos vecinos enzarzados en quién es más Grinch o señor Scrooge, solo se hablan por estas fechas y sin darse cuenta arman un belén que ni les importa ni a ningún inquilino interesa.

Mientras en una urbanización un solo de tristeza en lonchas gruesas, unas cincuenta y tres, suena en voz baja y en alta sueña con el paté de ternura que conlleva la nostalgia de tiempos pequeños y entrañables que borbotean al recordar a una niña que pertenecía a una gran familia numerosa y con ese característico olor de madera noble de aquel hogar en una incomparable esquina del Atlántico ahora perdido hasta su salitre.

Una chica no tan joven siente la ausencia como un zarpazo en la distancia, las luces afónicas de las que ya no pueden alumbrar aunque quieran, los abrazos que se quedaron en la sala de espera para ser llamados para la peor de las noticias, las caricias mudas de esos besos que no llegaron a rimar nunca más con nadie; ella se ha convertido en ese verso suelto que mira a un norte quizás demasiado asonante.

Llueve sin tregua en el olvido que respira tres calles más abajo, dos perros empiezan a dar sus primeros ladridos. El empapado repartidor cansado de tantos paquetes que entregar, no entiende el porqué tanta gente enloquece con el Black Friday y su furgoneta se queda sin batería como el matrimonio que vive en la casa más artificialmente iluminada del vecindario, tal vez se hayan caído de lleno en una peliculera marmita de navidades americanas.

Y al final de un túnel, el atasco de luces en plenas compras y salida de sus trabajos es tan largo que el último de la fila, cree que ha sido un accidente y reza entre bocinas y su impropio ruido para que no haya sido nada grave y la madre piensa que llegará tarde a recoger a su hija en la facultad que parece un colegio empoderado venido a más por un plan de estudios que no comprende.

Mientras la noche ya ha caído a media tarde, en muchos lugares la ilumina la Navidad que parece que se mide en cuántas luces LED tiene el centro...de sus ombligos. Y por ello de pataleta se pone la mediocridad, una palabra peyorativa y tan fea como la indolencia. 


jueves, 13 de noviembre de 2025

Quedarse con el alma boquiabierta

Me quedé con nadie, con sus mañanas remolonas de domingo, de sábanas de marmota, con sus tardes que llegan tan tarde, impuntuales de viento y de lluvia, con sus noches de pijama sin fiesta, de canciones que hablan de amores imperfectos, de despedidas que comienzan.

Me quedé perpleja al sentir tanto vacío en la nevera de mi ansiedad ya bastante vieja, tan manida, desgastada por dentro y por fuera. Tantos años en esa desespera que es la duda pero que te mire de frente la certeza.

Me quedé lejos...apartada de esas bonitas ferias en las que pasean los mayores mientras sus nietos corretean, en las que se toma algodón de azúcar y tus recuerdos de infancia de confeti se llenan con tus padres y hermanos bien cerca...como esa mañana de Reyes con el vinilo de Pippi Calzaslargas en tus manos pequeñas.

La memoria me da largas si quiero recordar tantas huellas, con las de mis padres nada tiene que hacer todavía, las oigo decirme que sueñe bonito y que no tenga miedo a las tormentas.

Me quedé y aún no sé cómo hacer con este tiempo entre roturas que en mis manos tiembla; al ser soñambulista, complicado es mantener en lo alto la línea recta, acordarse de echar azúcar en la rutina como si fuese una receta y en los pasos del camino, evitar que me tropiece el coraje si es que algo aún me queda.

Silenció la puerta al cerrarse todo lo que a ruido suena, se abrieron las ventanas de par en par como si fuesen los ojos de unas lechuzas en la oscuridad espesa. 

El graznido de la noche se apagó e intentó ladrar un joven y confundido gato, sí un gato, aún no sabía bien quién era. Los pájaros dormían su vuelo y yo me quedé...sin mis alas despierta. 

jueves, 6 de noviembre de 2025

Felices dieciocho

Me encanta leer vuestras vidas, no puedo parar de leerlas, cada palabra que se desliza sobre vuestros labios, ese verso que rima sin pretenderlo en vuestro coraje, la risa que hace bailar vuestras mejillas, mejillas que había besado con mis caricias antes de nacer y teneros en mis brazos, toda anécdota que habéis contado con solo saber mirar, esa duda en plena crecida y cada temor que os ha rozado...y con vuestro estilo diferente y característico.

Ahora que han pasado los años y como ávida lectora y espectadora de vuestros caminos, observo con admiración todo lo que anduvisteis, vuestos aciertos y vuestros tropiezos y la fuerza de voluntad para levantaros y también a los demás si lo necesitaban, no habéis dejado nunca a nadie atrás. No os imagináis los sombreros que me he quitado con muchas de vuestras acciones, las que ni os dabais cuenta porque salían del baúl hermoso de madera noble del alma.

Habéis proyectado imágenes en mi retina impregnadas de emoción, de entrega y de verdad y si había sombras las volvíamos chinescas, siempre alunizantes con vosotras mis vivencias. 

Son tantas las veces que me he sentido en pleamar, con la arena de todo mi tiempo en vuestras manos, con vosotras es sencillo soñar, un viaje a lo imprescindible y lo mismo con hacer fácil lo complicado, lograsteis entender cosas más allá de lo razonable, una por su lógica y honestidad inconfundible y la otra por su bondad y generosidad increíble.

Me habéis hecho crecer, sí crecer con vuestras ocurrencias, con fr/ases sacadas de la manga, esa magia del abracadabra con una infancia intensa, de cuento pero con moraleja, aprendizaje sin medias tintas y lecciones de vida. Y con " la adolescencia" una aventura a la que me he unido sin pretenderlo en muchas ocasiones, gracias por permitirme acompañaros; como en la canción de Mecano de mi época: " y allí me colé y en vuestra fiesta me planté(...)luces de colores, me lo pasé bien". En plan muy random, pero en vuestro prime, aunque a veces, os diese crinje.

Y sin palabras aún me quedo si os beso de reojo cómo recordáis a vuestros abuelos, cómo se desbordan esas lágrimas de nostalgia que parecen tiernamente dormidas, siento vuestra devoción hacia ellos y se me entorna Riazor que emocionado suspira.

Seguiré con vuestra lectura, un poco más en la distancia porque es lo que toca, no por vuestra mayoría de edad recién cumplida sino por coger carrerilla para abrazarla con más fuerza si cabe.

Agradecida por estos diecisiete capítulos apasionantes y deliciosos, espero con emoción contenida el número dieciocho y todos los que vendrán. Sé que me gustará porque es vuestro y es un regalo para mí deletrear vuestro enorme predicado de cariño, donde llega ya un momento que no importan cuáles son vuestros apellidos, solo las huellas de vuestro nombre propio que dejáis gruesas y honestas de mirada muda pero limpia.

Muchas felicidades en plural por lo singular que sois cada una y un trago bueno vivido y ya os digo que sigo teniendo sed de personas como vosotras, de una naturaleza humana encomiable.

No sabía que se podía ser gigante dentro de uno mismo y al mismo tiempo, pasar con tanta elegancia desapercibido, mi dueto favorito.

Nacisteis tan chiquitas, muchas semanas antes de lo previsto, con apenas peso, desconocía que llevaba conmigo dos tesoros escondidos de gran/des valor/es que al crecer se volverían tan sorprendentes y tan lindas como el mejor de los relatos infinitos.

domingo, 2 de noviembre de 2025

Un remanso de inquietudes

Bajo la falda de la montaña, vive oculta la vergüenza de algún que otro pasado, tropezó en el talle de la cintura de su valle y de bruces para siempre se ha encallado.

A doscientos metros cautiva está una sombra junto a su humano. Está decidida a dejarlo, demasiado tiempo a su lado. Su mala fama le pesa, le arrastra por el suelo sin poder evitarlo.

Y como un rebaño de agua, pasa un riachuelo de lado a lado se quitan el sombrero los álamos y algunos peces añoran el verano diminuto de la tarde de los domingos con chiquillos mojando sus pies e intentando cogerlos con sus traviesas manos.

En un alto al fuego, un santuario se abandona sin remedio, sin excusa, ha dejado de creer en los milagros. Lo visitaron tantos descaros, lo asaltaron sin escrúpulos, lo dejaron solo y aún rezando, los pecados acabaron con él y su Fe se aferró a un olvido masacrado por una guerra civil y a algún ateo despistado.



sábado, 1 de noviembre de 2025

Ternura y tres cuartos

Una pregunta merodea cerca de algunas respuestas en-calladas de color blanco mármol.

No se atreve a entrar sin avisar por sentirse extraña y tan vulnerable. Las ventanas apagadas y las luces afónicas le insinúan que quizás no es un buen momento, además las flores fuera llevan secas demasiado tiempo.

En el cementerio la luna está susurrando en plata y su lenguaje remueve todo hasta el último resquicio de timidez escondido como si a un silencio algo asustado no le gustase ni el truco ni el trato.

Delante de algunas lápidas se olvidan por tradición los rencores por un solo día y al otro lado del frío inmenso algunos temores surgen por los rincones de cada vida deshabitada y a tumba abierta algunas ausencias aún sangran.

Sin embargo con solo con un instante de racimos tiernos, brota un recuerdo inmejorable, en una habitación con vistas , una mecedora es feliz con su dueña, se hablan sin decirse nada, solo calcetan sueños de esos mullidos de lana cuando una se ríe siendo niña y ella se acuerda de su vecino del que se enamoró sobre todas las cosas.

Ella invitó a la ternura un día entre amapolas a tomarse una taza de dulces maneras y deliciosas palabras y también la inventó remando el viento y bailando el agua y un parapeto insonorizado por si el maldito ruido, uno con mal gesto y erguido que le tenía el pulso cogido, entraba por la ventana desde donde veía los barquitos faenar en la madrugada.

Medía metro y medio desde su cabeza de algodón de azúcar hasta sus pies chiquitos, tuvo muchos niños y tres cuartos de coraje , un gran amor de esos que te llenan tanto la vida que la desborda pero no te pesa el equipaje.

Pasaron rápidos tantos ríos, tantos charcos, el Atlántico ante sus ojos...la pregunta con salitre ya en las manos no dejó de merodear por el vecindario de mármol pero lejos de allí, gracias a la nostalgia, la que murmura sin doler, hay respuestas de colores pastel y entre almohadones palpitan arriba tantos corazones, tres cuartos y un camarote imprevisible, quemada su madera hace d-años, pero la luna sigue llena y adelante con su recuerdo que late único y brillante. Les era imposible no amarse. 

Ahora es un hermoso ángel y eterna como lo fue para ella su madre.

domingo, 26 de octubre de 2025

Vacías se nos quedan ciertas miradas

Cae la lluvia como un torrente encima de los últimos coletazos de un octubre amable que no se quiere hacer noviembre demasiado brusco y rápido.

Un partido de fútbol se juega sin importar demasiado, solo el rosa de las camisetas y un público familiar entregado. 

Se apaga el domingo sin ningún cuidado, la tarde sestea y la gente en sus casas, salvo en una o dos, no están para fiestas. El pueblo es pequeño, podría caber en la mano de un gigante, todo se sabe hasta que el cura bailó con una joven noche vestida de largo en una verbena sin fuegos artificiales.

Hay dos hermanas solteras, que se diría antaño que quedaron para vestir santos, en la casa más color teja que puede haber pero de pizarra su tejado. Zurcen los rotos para los vecinos pero las cosen a tiros las malas lenguas. Murmuran los jueves a las ocho en luto cuando van a dar un paseo juntas y suena a sentencia el campanario.

Comentan que es por un mozo que compartieron las dos cuando jóvenes; el muchacho se marchó al frente y no se supo más de él, chismosas envidias amargas. Hay fantasmas que son como cipreses con sus sombras demasiado alargadas.

La gente tiene demasiado tiempo cuando el aburrimiento es su cena de los sábados y las habladurías su menú cansino de todos los días cansados.

Sin embargo si se revuelve el viento en estos parajes, las cenizas vuelan como si fuesen fénix todas sus aves. 

Y pasa la catenaria del tren, el tiempo desenredado y el pueblo se envuelve de invierno y solo se escuchan los ladridos de los perros y el cauce del río a media tarde. Y los domingos en la iglesia se vacían la mirada impía y las farolas algo tristes maúllan poca luz para su puñado de habitantes que apenas ven como lloran algunos de sus sauces.

lunes, 20 de octubre de 2025

Ningún intruso habla

Parpadea la fuente que hay en medio de la plaza del pueblo. En los bancos que quedan vacíos, se posan dos palomas y un abrazo del que hace buen tiempo que no se ve.

El frío se cuela por las rendijas y por la ventana entreabierta de una casa azul que hay a la vuelta de la esquina del viento. Dentro empieza a discutir el silencio amargo. No ha tenido un buen día pero las palabras no tienen la culpa.

Se oye a lo lejos un estruendo que no se anda por las ramas, al cabo de unos segundos el fogonazo ilumina toda la noche, el fotógrafo de la naturaleza deja una bella imagen estremecedora.

El otoño baja las persianas en algunas casas, en otras deja hojas escritas con cierta perenne melancolía.

La ropa del estío se aferra con fuerza dentro del armario de cada dormitorio, teme el cambio de temporada y no está dispuesta a ser reemplazada tan fácilmente. No le gusta quedarse ocho meses secuestrada en el trastero. Le encanta ser la protagonista de la puesta de largo del calor y ser partícipe del ocio de la gente.

Ningún intruso habla y menos el ocre, tampoco en el entretiempo y más si el sol aún regala lo mejor de sí mismo al mediodía para compensar su amanecer de rocío ingrato. Los resfriados no solo los evidentes, también los del alma, toman la delantera por ser época de vestirse de cebolla y estar de capa caída como caducas hojas.


viernes, 10 de octubre de 2025

Luna de cosecha

En un conservatorio, un momento delicioso se saborea al ver cómo un violín dejado sobre un piano después de un último concierto, susurra alto y claro, un padre y una hija , el esfuerzo emocionado en la conmovida escena, en la historia que detrás respira entrega y cómo se funde encima del escenario la mirada de la hija hacia su padre, el talento de los dos inmenso como siempre de la mano.

No olvidarán los allí presentes, tan bello discurso cal(l)ado donde son las vívidas imágenes las que se tatuaron con tanto amor y a flor de piel la erizada melodía de lo mejor de los clásicos.

No muy lejos de allí, una pareja se despide de manera improcedente, no volverán a trabajar en eso del amor incondicional, ya no son ni la sombra de lo que fueron. Por una carretera cercana un motorista se adelanta a sí mismo sin darse cuenta de lo subida que corre su soberbia, dentro de unos kilómetros terminará en la cuneta algo más que su ego.

Mientras en la avenida principal, unos operarios descansan sobre el andamio de sus vidas, hablan de todo lo que les queda por hacer con cierta impaciencia algunos y otros con demasiada desidia. Un joven los mira como si le latiese su abuelo dentro, se emociona y enmudece la calle y su edad. Lo echa mucho de menos.

Dos gatos se pelean a altas horas de la madrugada cerca de un contenedor, los maullidos de la noche arañan la oscuridad y la hieren. Cae con rabia la primera helada de octubre a la par que las estrellas se ponen siamesas. Hace frío y uno de los felinos se va al escucharlo tan agudo. El otro se lame sus patas y se acurruca debajo de un arbusto.

La luna está tan grande que llena de luz la noche, parece una pista de hielo gigante de plata. Patina la mirada de una señora sobre ella, recuerda la rotonda de su infancia y se emociona. Cierra esa ventana tan sembrada y se va a la cama.

Un aire de tarta de fresa y de arroz con leche la adormecen tan dulce como su madre y tan honesta como su padre. Nunca más volverá a dormirse como una madeja de lana fracasada.