Recuerdo últimamente muchos sofás,de los que han formado parte de cualquier vida y todos tienen su relato... melodías desprendidas que aún escuchas,una pena encima,alguna miseria debajo o al revés;unas risas destartaladas o tal vez eran un puñado de palabras,esos besos alejandrinos o versos callados hasta los huesos,aquella ternura de chocolate, carcajadas que todavía crepitan, películas que te montabas y que no sólo las veías,los temores nada escondidos como temblores,el pudor desnudo, imberbes silencios,la vergüenza desnutrida,noches que se vuelven tardes y tardes de niebla sombría y de rotas sombras,unas cuántas heridas feroces,racimos de pensamientos escuálidos,la oscuridad a modo puzzle,sueños exhaustos y ese agujero de ceniza que aún quema sin arder.
Qué intemperie muestran las cicatrices de cualquier sofá que se (a)precie,la siesta como soledad del guerrero y sus ásperas lágrimas en cojines a nuestro aire mullido, el que sopla en el salón de cada hogar.
También el calor de chimenea de amigos reunidos como los juegos que llevaban el mismo nombre de aquella época ya lejana y esa manta que cubre el hueso duro de roer que es el dolor inerte de los que ya no están...
Sofás en los que nos hemos sentido y sentado vulnerables sin rendir cuentas a nadie y abrazado tanto y nada sin ningún porqué.
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