Ese azul intenso de pitufo desparramado arriba en el techo infinito y si de humor está manco,brochazos grises y plomizos da,sin preocuparse de cómo nos hace sentir su lienzo.
Obra maestra quizás que hasta mago parece el viento,el cómo es capaz de convertir a su aire en brusco movimiento,en remolino caprichoso o extraño cómplice de esparcir incendios.
Y oigo la lluvia que no cesa como el rayo aquel de Miguel Hernández en las tapas duras de mi cabeza y me doy cuenta que quizás nunca abracé lo bastante que no lo suficiente a quien me quiso sin condiciones y aún guardados respiran abrazos enormes en los agujeros de la memoria que tiembla en mis manos como ese olvido que llevas tatuado en la piel de gallina por ser valiente a destiempo.
Hacerse tarde,impuntual en la desmedida de lo posible,te convierte en un duda endeleble.
No sienta nada bien tener como fondo de armario una mañana que tal vez ya no despierte y colgada se quede en la percha de tu estupidez más reciente. Y que tu tristeza sea honrada de nada sirve porque la alegría siempre sucede de repente.