La oscuridad pegajosa cegaba con su aterciopelada luz opaca y resplandecían los árboles en las manos abiertas. Los besos huían en desbandada del palomar revuelto de las bocas en almíbar, las calles se abrazaban con miradas llenas de agua destilada.Todo olía diferente, quizás a una mezcla de verde hierba y ocre antiguo y por el camino del mundo,las huellas volvían a dibujarse en los pálpitos de la arena caliente del descarado buen tiempo.
Tanto gritaba el sol altivo y ocioso que no dejaba indiferente ni al aire que le sonreía cómplice en las esquinas de ciertos corazones a modo tugurios intrépidos . Y en una algarabía tímida,las voces de las gentes se perdían como extrañas viandantes enmascaradas. No sé si el cobijo del miedo realmente era un buen refugio para los menos osados. Mientras la marea marcaba el compás del baile de máscaras estival.
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