El tiempo no solo pasa,también primero muerde y después ladra.
Y entonces ni aún queriendo,no se ausentan los recuerdos...corren la mayoría a tropel,complacidos,húmedos,inquietos,tímidos,dispares,tiernos,algunos recién (des)hechos,...como por ejemplo el cómo era verme en ti,en esa caricia que se quedaba conmigo más de unos minutos y cuándo el silencio hablaba de nosotros. Ahí el tiempo se detenía en cada estación. Me sentía como una noche de estreno,bálsamo entre tus brazos e imprescindible en tu pálpito preciso. Y así día tras día,nos regalábamos cercanos y con una franqueza que ardía en nuestra boca.
Pero el tiempo hiere y en cada herida sangra el ánimo...ahora desconozco cómo hablarse sin temor a equivocarme. Y así callados,otorgamos más de lo debido,de aquello que un día nos hizo fuertes y fue ser de esa belleza que es incontestable y de palabra nada desbocada, salvo si eran nuestras manos las que hablaban al desnudar madrugadas enteras y destaparme mi sueño como nadie. Ahora lo que no nos decimos se retuerce, se complica y se esconde y el desapacible enojo desfallece en el llanto a ráfagas.
El tiempo no finge,atrapa hasta el engaño de breve gozo. Vierte pertinaz esa lluvia incómoda que arrecia llena de lastimada verdad. Y por ello, el descaro de la intemperie hace que se te enfríe hasta la ternura y te vuelves inevitable en la mentira.
El tiempo todo lo-cura,vorágine es de aquellos que se escudan en su tajante prisa,en su fugaz caminar y en su ebrio poso,máxime si escapas de todo y de tantos o de todos y de tanto...
El tiempo es un cobrador de fracturas emocionales y por eso es vital el carpe diem. Si lo que vas a decir es: " necesito más tiempo ", ten cuidado...no hay huida más inapreciable y caprichosa que la del caracol al sol que duda sobre la hierba.