martes, 30 de enero de 2024

Off the record-is

No sé si aún me desperté, si lo soñé,si lo viví,extraño puede ser ya que mi peonza da vueltas por querer ,la que tengo por cabeza,con pensamientos alborotados y rizados,notas como baila tu ciempiés,demasiada nostalgia para saber que recuerdo primero mover . 

Bajé despacio las escaleras y miré cada peldaño de caracol extravagante de madera para no volver a caer. 
En el suelo pintada estaba aquella rayuela en la que jugaba en el patio de mi escuela y nuestra madre me observaba tan bella,tan de a media mañana desde su mirada abierta.

De pronto tropecé con un jarrón vacío,su agua ansiosa diluía los girasoles de Van Gogh,lo imaginé cortándose la oreja y me impresioné. Nuestra madre tenía en el camarote una lámina de ese cuadro colgado en la pared; no,no vivíamos en un barco aunque en nuestra casa todo podía suceder desde decir por el telefonillo del portal la contraseña: pez espada y sentirse en el agua salada como él. 

Pero ese pensamiento se esfumó al recoger el dulce estropicio que estaba causando mi mente por estar tan off the " recordis". 

Entré en la cocina muy volada, pulsé el botón de mi regadera para hacer café y lograr que por una vez creciera un poco de cordura en el jardín de piedra donde está la camelia y vi a nuestra madre poniendo sus pétalos en los libros que leía,en sus libretas donde sus pensamientos escribía y les dejaba dibujar a sus nietas. 

Recuerdo vagamente, pero no por pereza, que no había mala leche en la nevera,estaba de buen humor pero las naranjas que iba a coger,me di cuenta que estaban posando junto a mi taza como naturaleza muerta,a su lado la observaban un montón de zumos por doquier. Mis padres hablaban con mis hermanos de no sé muy bien qué,tal vez de Balbín y la Clave o de la película de la sesión primera de tarde o de quien mató a Laura Palmer y en el patio de luces que no de butacas,la dueña del hostal colgaba las sábanas limpias de sus huéspedes mientras llamaba por nuestra madre porque un elefante de goma se lo había encontrado ayer. Yo le quería decir que era mío,que lo había tirado por la ventana aquel niño,hijo de sus amigos y me acarició en tromba mi niñez.

De pronto oí un zumbido cerca de la puerta,me levanté y me encontré a la colmena de Cela,un poco de mis diecisiete años cuando estudiaba letras y nuestro padre me llevaba en coche al colegio de la Ciudad Vieja cuando le tocaba visitar el centro de Adormideras y sentí mucha incertidumbre variopinta dentro y fuera. 

Por un momento aparqué esa delgada certeza inquebrantable que era nuestro padre tan Giacometti, y subí desconcertada mis 39 escalones ... Hitchcock me seguía de cerca y preferí no ducharme con la cortina corrida,temía por mis pájaros en la cabeza y eso que mi Norman Bates hacía tiempo que desapareciera. 

Pensé :ojalá tuviese a Alias cerca, Jennifer Garner, cómo le gustaba a nuestro padre,también la serie,para poder defenderme en el caso que falta me hiciera. 

Aún así en la bañera el jabón que me entró en los ojos me nubló algo más que la vista porque creí oír a Kirk Douglas y a Homero discrepar y salir de allí se convirtió en una Odisea hasta me pareció escuchar el silencio,que no el canto, de las sirenas,algo me retenía dentro y no era Calipso, quizás la belleza del reflejo del recuerdo de nuestros padres cuando nuestra madre me lavaba el pelo de pequeña y ponía su mano en mi frente para que el jabón por mi cara no cayera y el que lo hacía me lo quitaba con sus manos suaves,tiernas. 

Me sentí completa,un viernes a la noche y lo que oía ahora era a la Ruperta... cantar un dos tres y Riazor como Ítaca en mi alma llena. 

Lo último que recuerdo es navegar por otro mar, el de internet,por si un delorean de tercera mano en Wallapop hubiera o poder contactar con Wells, éramos muchos los que a casa queríamos volver,por un instante abrazar la voz de papá otra vez o la dulzura de mamá acariciarnos como solo ella sabía hacer. 

Bajé del regazo de mi infancia a las baldosas amarillas de mi edad adulta al notar las arrugas como olas en mi erizada piel y que la bruja buena del norte se alejaba de mí otra vez,por lo que mi ciempiés,mi nostalgia se quedó inquieta al no saber cómo hacer con las horas surrealistas de la persistencia de mi memoria y con aquellos zapatos rojos que me había regalado esa bella mujer.


No sé si aún me desperté,si lo viví o si lo soñé pero todo lo que los extrañamos qué cierto es. Como también que si la vida es sueño como escribió Calderón,lo que acabo de relatar está recién salido del horno que era nuestra casa en cualquier invierno de frío al revés,por eso encontraremos todos la manera de a ellos siempre volver.