sábado, 26 de diciembre de 2015

Tiemblo...

Tiemblo...más a menudo de lo que me gustaría como la llama de una vela.Oigo como se habla desde el consejo desnudo que da la amistad auténtica o el consejo auténtico que da la amistad desnuda. Y me veo tan reflejada en sus palabras por mis desvelos de niña asustada y por mi insomne momento adulto.

Tiemblo...no pocas veces con ciertas verdades que despliegan su fiereza de vida,de cómo es la vida y con algunas mentiras que se esconden bajo mi agua y me ahogan con fuerza el alma y que ya no me las desahogo con facilidad.

Tiemblo...como todos aquellos que lo niegan y que se parapetan en un olvido certero para mitigar sus miedos y los que aseguran que también tiemblan sin ni siquiera decirlo y es su mirada la que temblequea mientras su voz es firme y larga y su madurez los avala.

Tiemblo...como madre,como muchas madres pero ahora más que nunca lo hago como hija como pocas hijas que se asustan de una manera cabal con la edad avanzada de sus padres,esa maldita cuenta atrás...Y tiemblo en silencio para que no se entere nadie ni yo ni mi corazón que deambula por esa cuerda floja de esos latidos soñambulistas y azorados y exhaustos a demasiada altura como para no sentir vértigo.

Tiemblo...como mujer y he llegado incluso a sentir el golpeteo incansable de seísmo vital como le puede suceder al hombre no sólo en crisis. Y me he perdido tantas veces para encontrarme de nuevo y reconocerme sin la necesidad de mirarme en el espejo de otros sino en el de una misma que bien llega con el propio en el que se ve im- perfectamente cómo es tu temblor nada de hojalata y de un color erizado y de su piel de agua salada.

Tiemblo...y me acosa una duda y digo acosa porque no hay tregua en mí para que halle descanso a algo que me sigue asombrando del ser humano cuando una y otra vez niegan y reniegan el admitir que todos temblamos por muchos motivos,algunas emociones hermosas y otras más desapacibles.

Yo confieso que tiemblo como cualquiera que aprecie solo un ápice la vida y a todas aquellas personas queridas que la conforman y le dan sentido y sensibilidad a la misma. Tiemblo por amar y no ser amada,por sentir y sentirse,por mirar y por no verte en unos ojos que se olvidaron de creer y de querer-te,por la lágrima y la sonrisa,por ese pellizco que se te cuela dentro un día y ya no te lo quita nadie,por saber esperar y desesperarse.

Tiemblo...mucho cada vez que tengo que despedirme,también al desprenderme de mí misma en cuanto a la esencia de uno por aguantar el tipo de persona que no eres por sobrevivir pero es más duro despedirse de los otros a los que amamos y disfrutamos de su cercanía y de sus largas distancias.El adiós nunca ha sido fácil, la bienvenida siempre ha sido un regalo que poco se ha sabido apreciar del todo.

Tiemblo...cada momento en el que me escoge la vida para hacerlo y deshacerme durante un rato pero no sólo es el frío ni tus sombras ni la oscuridad ni los errores ni lo desconocido ni los vaivenes ni esos trenes que parten y ya no vuelven lo que te hace tiritar; basta el roce de una caricia,de una luz indecisa,de una mirada para que se tiemble como la llama de una vela y sino qué le pregunten al viento y a las copas de los árboles.
Temblar es lo más parecido a bailar,solo debes procurar si lo haces acompañado,el no pisar los pies de su alma de quién baila a tu lado. Déjate llevar y escucha la melodía que existe en estre-mecerse hasta quedarse dormido para soñar.
El vibrato del sentir es ese sonido a a- mar por eso tiemblo...también en Navidad.